Mi madre fue ingresada en el Hospital Nicolás Peña en Vigo, del Complejo Universitario Hospitalario de Vigo. Inicio del ingreso: 30 de marzo de 2009. Recibe el alta el 14 de abril de 2009. 15 días. Previamente (años) diagnosticada con trastorno bipolar. Los hechos (la contención mecánica, las razones que podrían haber esgrimido para justificar su aplicación) no aparecen en el informe. Mi madre se encontraba en un episodio hipomaniaco o maniaco. Yo diría que casi maniaco. Lo que pude saber es que, como por la noche se levantaba porque no dormía a pesar de o por la medicación que le dieron, la primera o segunda noche, la ataron a la cama. Mi madre hoy tiene 73 años. La contención mecánica sobre la que doy hoy testimonio ocurrió en 2009, por lo tanto, ella tenía unos 61 años. Tuve conocimiento de la contención al día siguiente.

El inicio de psiquiatrización de mi madre

Os explico más o menos la historia como yo la conozco. Mi madre se casó con mi padre con casi 21 años. Tuvo a mi hermano un año después, con 22. Tuvo a mi hermana con 23. Primera depresión. Ahí se desencadenó todo. Estuvo ingresada en un hospital privado en A Coruña. No sé cuál, pre-«reforma psiquiátrica» (años 50). En aquellos tiempos no había sanidad pública para estos temas. Sé que mi padre lo pasó muy mal porque le limitaban bastante las visitas. No podía ir todos los días, no podía ir cuando él quisiese. Y se prometió que nunca la iba a volver a ingresar, por eso me costó tanto que la ingresara esta vez.

Podría dar el nombre de la psiquiatra que la trató. Pero, en realidad, ella no fue quien la mandó atar. Fueron las auxiliares esa noche. Si había psiquiatra de guardia, no sé su nombre.

Mi madre ha estado evitando la sanidad pública toda su vida. Mi padre (que es médico) no la quería meter en el circuito.

Esta vez no se le pasaba la fase, no se le pasaba la fase, no quería tomar fármacos. Aguantamos en casa todo lo que pudimos. Corriendo peligro. Se ponía a cocinar a las tantas de la mañana, dejaba las cosas en el fuego. Era una situación muy complicada. Mi padre estaba desbordado. Normalmente estos episodios se le pasaban a los tres meses y aguantábamos.

Cuando pasaron 4 ó 5 meses y no se le pasaba, aunque me doliese y se me rompiese el alma, tomé la decisión de ingresarla. No podíamos estabilizarla en casa. Ella no quería tomar fármacos y no había forma y no se le pasaba. Mi padre estaba ultra mega superado. Le dije “papá, no podemos controlar esto, necesitamos que la estabilicen”.

No fue nada en frío, premeditado. Un día que tuvo un episodio super heavie (violenta) le dije “papá, llama a urgencias”—porque mi padre sólo llamaba a la policía y la policía le decía que no podía hacer nada—y llamó a urgencias. En ese momento yo no estaba viviendo en casa todos los días. El fin de semana lo pasaba fuera. Total, vinieron, la vieron, dijeron: “la vamos a llevar al hospital”. A O Xeral. En O Xeral nadie tenía ni puta idea de nada. Mira, fue muy triste. Decían: ‘un ataque de ansiedad’. Yo pensé ¿en serio? Les pusimos en antecedentes. Fue muy cutre. La tuvimos que llevar nosotros. Bueno, yo conduciendo al Nicolás Peña para que la viesen. Conduciendo y flipando. Llegamos allí. El psiquiatra que estaba de guardia habló con mi padre. Habló conmigo. Y nos dijo: “chicos, hay que ingresarla”.

A ver, aunque sea mi madre y me rompa el alma, objetivamente mi madre sí necesitaba ser ingresada. Si llego a saber que el ingreso era esa mierda… como que no. Es que no veía otra opción. Mi madre estaba fuera de sí. Y mi padre también me preocupa. Mi padre ya tiene una edad. Es muy complicado. Entonces, se la ingresó. El chico que nos atendió era un MIR. Nos dijo “mañana traedle su ropa, traedle su pijama, tal”. Al día siguiente fui con una maleta con todo. Muy bien, se lo dejé allí. Bien, pues no le dejaban ponerse su ropa, no le dejaban ponerse un pijama que no fuese del hospital. No podíamos salir con ella de la planta ni un rato a dar un paseo al jardín. Mi padre se puso firme y—valiéndose en cierta medida del hecho de ser médico y yo psicóloga—en contra de las normas conseguimos que nos dejasen salir con ella. Mi padre dijo: “¡y una mierda, no va a estar aquí encerrada todo el día!”.

De hecho, el alta se precipitó porque mi padre decidió llevársela de vuelta a casa. Dijo: ‘¡no!’.

Los primeros días de ingreso: “no se puede, no se puede”. “Oiga como que no se puede, soy médico, bajamos al jardín”. Pero hicimos más que eso, nos la llevamos en el coche y fuimos a tomar un café por ahí.

A medida que fueron pasando los días: “tú no te quedas a cenar ahí” (en la planta de psiquiatría). Consiguió el permiso para llevarla a cenar a casa. “Vas al hospital sólo a dormir y punto”.

Finalmente: “dadle el alta, nos la llevamos a casa”. Bien, “como la familia, titití, colabora, le damos el alta”. Por eso no estuvo más tiempo. Si no… hubiese estado yo qué sé cuánto tiempo.

Todo muy patético. Las auxiliares allí la trataban como si fuera una mierda. Me mordí la lengua por no complicar más la situación de mi madre. Pero me dieron ganas de decirles “mira, bonita, que esto nos puede pasar a todos, a ti también, y mi madre no es menos que tú por estar mal, por estar en esta situación, ¡frénate un poco!” No todas, claro, una de las auxiliares era un encanto, se preocupaba mucho por mi madre, pendiente de ella todo el tiempo, se me rompía el alma de agradecimiento. El resto, ¡uf! No puede ser que el buen trato sea la excepción.

Mi padre siempre fue muy antipsiquiatría. Yo ahora que soy adulta, lo entiendo, bueno lo entendí siempre. Pero ahora tengo más información y mayor compresión de cómo funcionan las cosas. Espero que mi testimonio sirva para evitar sufrimiento a otras personas y crear conciencia del problema de violencia estructural.

_________

Desde el inicio de esta campaña contra las contenciones y el maltrato en psiquiatría, no solo podéis encontrar todos los testimonios acumulados en la sección TESTIMONIOS de nuestra propia web, sino que otros colectivos como Insania BCN (en videos), Orgullo Loco Granada desde su correo o su Instagram (https://www.instagram.com/stories/highlights/17948029912421931/?hl=es) u Orgullo Loco Madrid (desde su web Orgullo Loco Denuncia: https://orgullolocodenuncia.wordpress.com/) vienen siendo también repositorios de voces de compas psiquiatrizadas que denuncian el trato recibido em supuestos espacios de cuidados que se vuelven de maltrato rascando un mínimo su superficie. En el Colectivo LoComún seguimos compartiendo la necesidad de dar luz donde apenas llega poniendo uno de los focos en el maltrato y tortura tras los muros del psiquiátrico (y otros espacios de encierro). Con las fuerzas que tengamos, que por razones obvias, son variables, y a veces la pandemia, la propia supervivencia. garantizar el sustento material, los duelos y demás obstáculos que surgen dejan menos fuerzas para el activismo de las que querríamos tener. Pero seguimos en la medida de nuestras capacidades y sigue también la recogida de testimonios que envieis a colectivolocomun@gmail.com para poder sumarlos a la web. Gracias por vuestra valentía al poner palabras a lo que nunca debió suceder.