¿A qué nos referimos cuando hablamos de contenciones mecánicas? A que te aten de pies, muñecas y torso en una cama de un hospital psiquiátrico o de una residencia geriátrica. Es una práctica rutinaria en nuestro país que supuestamente se realiza para controlar situaciones donde la persona pone en riesgo su integridad física o la de otras personas.

Cuando te tienen atado pierdes autonomía, identidad y libertades de movimiento y de pensamiento, por lo tanto, se puede decir claro y alto que esta práctica vulnera los derechos humanos de las personas y que supone una práctica de tortura, como bien declaró la ONU en 2013 en el informe del Relator Especial sobre la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes, Juan E. Méndez. Según el norteamericano Centro Nacional para la Información Biotecnológica, en Europa, el 79% de los pacientes contenidos refirieron efectos postraumáticos. Los traumas de esta medida coercitiva no solo son para el paciente, sino también los sufren sus seres queridos.

Hace más de cuatro años me diagnosticaron un trastorno de salud mental. A principios del año pasado, ingresé de forma voluntaria en la Unidad de Agudos de un hospital psiquiátrico aquí en Mallorca. Era la segunda vez que ingresaba, por lo tanto, ya no era una inexperta en ese sistema, ya tenía referencias y me conocía más a mí y a mi enfermedad. Nadie debe olvidar que como pacientes de salud mental, también tenemos voz, capacidades y derechos, y esto nadie tendría que poder arrebatártelo. La primera noche ya dieron el aviso de contenerme mecánicamente. Un grupo de 5 personas vinieron a por mí, me sentí como si fuera un animal y tuvieran que cazarme. En ese momento me sentía en peligro, más que antes de entrar. No olvidemos que fui a pedir ayuda porque estaba en pleno brote psicótico y fuera sentía que corríamos peligro. Me pincharon una medicación hasta que me quedé totalmente anulada, controlada y finalmente dormida. Diría que estuve unas 24 horas contenida. Mis delirios estaban a flor de piel y se acentuaron más con esta situación. No me desataron ni para ir al lavabo, ni para ducharme, ni para comer, ni para ver a mi familia, ni para hacerme las analíticas, ni para fumar, ni para beber. Fue una situación denigrante y deshumanizadora. En esos momentos, necesitaba compañía, comunicación y personas conocidas, sobre todo, en esos momentos necesitaba un abrazo y unas palabras de mi familia a quién denegaron el acceso de visitas y no mantuvieron informada de lo que estaba pasando de forma clara.

Y sigo sin explicarme por qué aún en nuestro país se sigue perpetuando esta práctica de tortura legal. Ya sé que estamos lejos cultural, política, social y económicamente de los países donde la tienen prohibida o legislada, a pesar de esto, siempre hay formas de reciclarse y reinventarse. Existen iniciativas donde ponen al paciente como protagonista de su proceso y te miran más allá de los síntomas y de tu diagnóstico, como el Diálogo Abierto. También conocemos la experiencia positiva de la doctora Ana Urrutia Beaskoa, quien inició una revolución en el cuidado a las personas en residencias para gente mayor y en otros servicios socio sanitarios donde también suprime por completo las contenciones mecánicas.

Me gustaría también nombrar la Campaña #0Contenciones de Locomun, una campaña que recoge testimonios en primera persona para dar visibilidad a la causa, defender nuestros derechos y conseguir hacer de las contenciones mecánicas una práctica del pasado.

Construyamos entre todas y todos una sociedad más justa y digna, una sociedad más humana, igualitaria y solidaria.

¡Con una perspectiva humanista, sistémica, optimista y socio construccionista se puede conseguir!

Mar Abrines Ramírez (Activista y técnica de Obertament Balears)

(La fuente original de este testimonio es http://www.3salutmental.com/es/en-primera-persona/contenciones-mecanicas-en-primera-persona-memad y lo reproducimos aquí con su autorización)