Hola, soy de Córdoba, Argentina. Nací en una localidad llamada Pueblo Italiano. Desde el año 1994, después de un trauma por violencia sexual comienzo a tener diferentes «síntomas», que a posterior llevan a un diagnóstico psiquiátrico de trastorno esquizoafectivo. Tomando psicofármacos recetados por la misma sociedad que nos enferma, iatrogénicamente porque nos quieren sin pensamientos, adormecidos y manipulables, con ello nos incluyo a todos desde el Estado, profesionales de Salud Mental Instituciones para loco no locomun, y laboratorios, que por supuesto que inconveniente sería una sociedad sana para todos ellos.

Un día escucho una voz (Soy «Escuchadora de Voces») en Córdoba capital, en «diagonal», que me decía; ¿querés que hagamos algo por los locos? Ante lo que respondí, casi sin dudarlo «Bueno». Pensé tal vez vayamos al cine, a bailar o a votar…

Con el tiempo, en la ciudad de Rio Cuarto, en dos oportunidades, yo ya iba por mi crisis pasadas las 35, cuando mi marido vivencia en el auto yendo para mi pueblo natal su primer crisis conmigo, ante lo cual, llama a su hermano y la conclusión es; internación como parte médico indeclinable por un A.C.V neuronal, que todavía hoy me pregunto a qué se referiría. La conclusión, cama ataduras en pies y manos con correa, después del uso por la fuerza claro de un chaleco de fuerza. Todo esto sucede en la Clínica Philip Pinel o Fundadic. En la cama me ponen la bata dos enfermeros, a ver qué tenemos acá, me dicen ¡ah! una vaquillona, refiriéndose a mi de manera irrespetuosa. Estaba menstruando, y como quería ir al baño, me desaté, y fui con el suero a cuestas, y después me puse a charlar con otros pacientes. Cuando la enfermera me ve en la sala, me dice ¿qué haces vos acá? y me lleva nuevamente a la cama atándome más fuerte. Como soy muy dura, me desaté de nuevo. Y me fui a seguir girando, probé todas las puertas y todas ellas estaban cerradas. Cuando me ataron nuevamente, la enfermera me preguntó cómo hacía para desatarme. No es que me creía Houdini, pero le conté, y me ató más fuerte. Esta vez, con lágrimas de bronca, me costó muchísimo más desatarme. Entonces, vino ayuda, llegó mi hermana Sol y me tuvieron que dar el alta voluntaria. Era el año 2011.

Seguían pasando los años, era el 2014… el trabajo, el estudio, el estrés, las responsabilidades, el querer quedar embarazada, etc… otra internación. Pasó que iva caminando y se paró el tiempo. Vamos a la clínica a charlar un rato con la Dra le digo a mi marido era de noche más de la una de la madrugada. Otra vez, criterio de internación. Vuelven las mismas condiciones de tratamiento, esta vez eran todas enfermeras. Antes pensaba feministamente que si me tocaba una mujer de enfermera no recibiría los mismos tratos. No, equivocado pensamiento. Cuestión de protocolo Institucional. En el cambio de guardia me voy a hablar con las enfermeras por turno había dos, por supuesto, que con sus celulares y todas las y los pacientes con pañales incontenibles de pis, algunas incontinencias de caquitas anónimas, y viva la pepa, allí estaban las cuatro y les dije me siento bien, me quiero ir a mi casa. No, me dijeron, tenés que esperar a que de la órden el médico, no te podés ir, menos un domingo, me amotino, me llevan las cuatro y como les grito de todo, vuelta las mismas condiciones de «tratamiento». Ya sabía era sistemático el sistema de «tratamiento» en las dos internaciones había vivenciado lo mismo. Un locomun más, me ayuda a escapar, me voy. Cuando llaman a mi marido que la policía iva a buscarme, llego a mi casa. Conclusión; pido una consulta con el director del hospital, le cuento lo sucedido en dos ocasiones en la clínica que el administra y mientras se nos ríe en nuestra cara nos dice a mí y a mi marido «Acá esas cosas no pasan».

Con la vena inyectada y la bronca por estos h.d.p, fui al Defensor del Pueblo e hice mi descargo, la bronca siguió igual, y mi vida no mejoró por el tratamiento, sino todo lo contrario incluso mucho tiempo después escuchaba voces de pacientes internados que me pedían ayuda, incluso voces de psiquiatras que también me pedían ayuda. Hice cartitas que «colgué» en mi blog y en mi face sobre los «Derechos Humanos para los pacientes de Salud Mental»

Tenía esa loca idea de que en algún momento llegaría para nosotros, los últimos orejones del tarro un gremio que nos defendiea. Y, me dice un visitador médico o un paciente en un pasillo de espera, te va a ser difícil, sobre todo por las afiliaciones, la parte legal, los estatutos, etc. Pero tal vez lo logres. Quise autoconvocarnos a los locos de mi barrio, gente como yo que nos conocíamos nuestras miserias, y nadie concurrió. Tal vez lo mío no sea el liderazgo, aunque todavía no pierdo la esperanza en que algún día podamos unirnos, sin verguenza de nuestros aconteceres, sin soledades junto a nuestros pesares y sin aislamientos por el estigma social o la falta de oportunidades que nos da a todxs ese dolor en el alma.